viernes, 11 de junio de 2010

EL CINE COMO ARTE


Los pioneros de la industria y la creación cinematográfica jamás pensaron a finales del siglo XIX que lo que ellos hacían podía llegar a ser considerado un arte. La verdad es que la envergadura de lo que se hacía en el mundo del cine muy pronto comenzó a ofrecer obras que, sin ningún tipo de dudas, iban más allá de lo que generalmente se podía considerar como producto de consumo.

Es el teórico italiano, Riccioto Canudo, una persona que se mueve en el mundo del periodismo y la literatura, el que reconoce en unos de sus textos de 1911 que el cine debe ser considerado como "Séptimo arte". Este rasgo amplía notablemente la perspectiva de acercamiento a las películas que se producen en todo el mundo. Ya no se trata sólo de productos para un consumo masivo, sino que el espectador debe asumir que además de pasar un rato agradable y de mero entretenimiento en la sala de cine, también se va a encontrar con otras obras que merecen una contemplación más apasionada que, por su interés y calidad artística, va a derivar, inevitablemente, en una reflexión sobre lo contemplado.

No se puede decir que la consideración de "Séptimo arte" suponga un aval para todo lo que se exhibe en las pantallas del mundo. Las cualidades artísticas de una obra van emergiendo en cuanto los directores apuestan por trabajos más cuidados desde el punto de vista de la iluminación, la interpretación, el montaje, la dirección o la puesta en escena en general. En su revalorización intervienen todos los apasionados que se reúnen en torno a asociaciones que buscan desde su fundación disfrutar del valor artístico de la película.

Desde que Louis Delluc -escritor, periodista, crítico y director francés- impulsa los primeros encuentros cinematográficos en espacios que denomina "cine-clubs", se abre una nueva vía de contemplación para lo que está haciendo la industria y que tiene que ver con aquellos que piensan en el cine como vehículo cultural. Las primeras revistas de análisis, las reflexiones en torno al mundo del cine van un poco más allá de los textos históricos y atienden especialmente a los contenidos visuales, el lenguaje y las aportaciones artísticas implícitas en la narración que se contempla.

El valor que tienen las películas alcanza una mayor dimensión cuando a partir de 1920 en Europa se viven las vanguardias con mayor apasionamiento y se producen algunas de los títulos más emblemáticos del cine expresionista, por mencionar sólo dos caminos. Todos los escritores que continuaron la línea de Delluc, entre otros, van consolidando un terreno que se ramificará con los años en posturas tan diversas que permitirán abordar el cine, sus películas, desde planteamientos que darán visiones enriquecedoras y sorprendentes.

Son numerosas las películas que entran en la denominación de "obra artística". A lo largo de la Historia han sido numerosas las listas con las consideradas "mejores películas". Cabe decir que entre otros mucho títulos se encuentran obras como El acorazado Potemkin (Bronenosez Potemkin, 1925), de Sergei M. Eisenstein, Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), de Orson Welles, Centauros del desierto (The searchers, 1956), de John Ford, 2001: una odisea del espacio (2001: a space odyssey, 1968) , de Stanley Kubrick, El padrino (The godfather, 1974), de Francis Ford Coppola, y Fanny y Alexander (1982), de Ingmar Bergman. Es evidente que, salvo casos excepcionales, las películas más artísticas se encuentran en épocas en las que el espectador acudió a la sala buscando la emoción e intensidad que proporciona el relato bien elaborado, algo que ofrecía la industria con más continuidad frente a lo que proporcionó a partir de mediados de los años setenta.

El arte cinematográfico es palpable en la obra de numerosos directores que con los años alimentaron el interés de muchos espectadores que, a su vez, mostraron su fidelidad por el trabajo bien hecho. No obstante, cabe también decir que el espectador ha mostrado con los años su inclinación mayoritaria por las historias desapasionadas, por el puro entretenimiento. Quizá la recepción cinematográfica se ha visto marcada en el tiempo por los argumentos culturales que consolidaron las diversas generaciones, siendo éstas definitorias a la hora de marcar pautas de comportamiento en la industria del cine mundial.

La época sonora



El 6 de octubre de 1927 sucede un hecho revolucionario para la historia del cine: ¡comenzaba a hablar! "El cantor de jazz", de Alan Crosland, dejaba escuchar al actor Al Jolson cantando.
Se iniciaba una nueva era para la industria del cine. También para los actores: muchos de ellos desaparecieron como tales al conocer el público su verdadera voz, desagradable o ridícula, que no correspondía a la apariencia física. ¡Desaparecían los intertítulos!
Los estudios tuvieron que replanteárselo a pesar de que hicieron importantes inversiones para reconvertirse en sonoros. También los técnicos y los cineastas cambiaron de forma de hacer y de pensar. Y los actores y actrices tuvieron que aprender a vocalizar correctamente. En el Estado Español, los primeros estudios sonoros, los Orphea, fueron inaugurados en Barcelona en 1932.

La implantación del sonoro coincidió con el crack económico de 1929 que ocasionó una Gran Depresión en los EEUU. Miles de ciudadanos encontraban en el cine momentos para huir de los problemas cotidianos. Hollywood se dedicó a producir títulos basados en los géneros fantástico,la comedia, el musical o el cine negro, con el fin de exhibir productos escapistas.



Es el momento de directores como Lubitsch -autor de "Ser o no ser" (1942)-; Capra -maestro de la comedia americana, con títulos como "Sucedió una noche" (1934) o "Vive como quieras" (1938); Hawks -director de Scarface (1932)-; Cukor, autor de "Historias de Filadelfia" (1940)-; John Ford -conocido sobre todo por sus "westerns" épicos, como "La diligencia" (1939); o Josef von Sternberg -cineasta alemán que dirigió "El ángel blau" (1930)-. Este cine de entretenimiento general tiene la excepción con el hecho por King Vidor, cineasta sensible a los problemas de las capas populares, como lo reflejó en "El pan nuestro de cada día" ( 1934). "En Alemania es G.W.Pabst quien cultiva un cine social.

Este compromiso estético con los menos favorecidos fue más fuerte en Europa. En Francia, coincidiendo con el Frente Popular, Jean Renoir mostraba la vida cotidiana y laboral de los trabajadores, incluso utilizando de auténticos como protagonistas de algunos de sus films, como en "La regla del juego" (1939), título que, además de su carga de naturalismo, supuso nuevas aportaciones estéticas. Otros cineastas encuadrados en lo que se llama "realismo poético" fueron Jacques Feyder, Jean Vigo, Marcel Carné; y René Clair.


Muchas de las nuevas estrellas de cine proceden del teatro o del musical. Nombres como Marlene Dietrich, Greta Garbo, Claudette Colbert, Olivia de Havilland, Gary Cooper, Clark Gable, Errol Flynn, Jean Gabin, Edward Robinson o Humphrey Bogart se han convertido en mitos del cine.

El cine en color llega en 1935 con la película "La feria de las vanidades", de Rouben Mamoulian, aunque artísticamente su plenitud se consigue en el film de Victor Fleming, "Lo que el viento se llevó" ( 1939).

El cine de animación se fue implantando entre los gustos del público, especialmente entre los más pequeños. Walt Disney es el creador americano predilecto incluso más allá del propio país.

Los trucajes es una de las especialidades más estimadas por el público. La ubicación de castillos en paisajes donde no han existido, a partir de cristales pintados, o la recreación de un gorila gigante a partir de un simio pequeño o de maquetas, son muestras de la magia del cine, a la cual acaban de dar el toque la decoración, el maquillaje o el vestuario.

Frente a directores con planteamientos principalmente comerciales, hacen aparición otros con nuevas inquietudes estéticas. Es el caso de Von Stroheim, Hitchcock o Orson Welles; éste último realizó las obras maestras "Ciudadano Kane" (1941) y "El cuarto mandamiento" (1942).

Mientras tanto en Europa las cinematografías de los países con gobiernos totalitarios se orientan hacia un cine políticamente propagandístico, con frecuencia fallido artísticamente en el caso de los fascismos.
Respecto al Estado soviético, sigue siendo una excepción el cine de S.M.Eisenstein,
como lo demuestran los films "Alexander Nevsky" (1938) e "Iván el Terrible" (1945).

Cuando la Segunda Guerra Mundial estalla, el cine se basa en la propaganda nacionalista, el documental de guerra o el producto escapista.